Esta devoción de la hermandad se remonta al siglo XVI y, en su momento, incluía actos de culto y regocijos profanos de los que se hacía partícipe a toda la ciudad. Entre las manifestaciones de esa celebración estaba la procesión con el paso del Precursor en su degollación (1579), obra del escultor Andrés de Rada policromada por Juan Díez.
Es una devoción vinculada a través de las centurias a la más conocida de las labores de caridad que llevaban a cabo los cofrades de la Pasión, la atención a los condenados a muerte en sus últimos momentos y la reocupación por asegurarles un entierro cristiano. Afortunadamente esa práctica ya no es necesaria, pero el espíritu de servicio y el ejemplo del Bautista siguen guiando los pasos de la institución.